Me gustan sus arrugas, su piel caída, la falta de dentadura
y más aún cuando se la quitan para el sexo oral.
Las supuestas discapacidades o enfermedades de su edad son
mis morbos secretos. Me excita el hombre con parkinson por su desvalía
aparente, se muestra indefenso, tanto como el incapacitado en silla de ruedas
por sus piernas que ya no le sostienen por la edad.
Si tienen tubos y asistencia de oxígeno, los besaría casi
para robarles el poco oxígeno que les queda en sus últimos alientos. Me da
morbo.
Me los llevaría a todos a casa. Adoro los viejos. Cuantos
más viejos y decrépitos más me atraen. Es mi secreto, no puedo evitarlo.
Estoy con ellos y la gente piensa de mí que estoy por sus
herencias, es humillante.
¿Saben? No me importa, acepto eso con agrado ya que viene en el
pack. Cuando se van me dejan cosas, objetos personales que me los recuerdan.
Todos esos momentos que hemos tenido al final de sus vidas son míos. Los atrapo
con ansia y vocación verdadera.
¿Saben mi secreto? Además soy sumiso sexualmente. Me gusta
que me den órdenes y me manden hacer todas las cosas que ellos no pueden hacer
o les cuesta. Yo les cuido hasta sus aspectos más íntimos. En el baño, en la
cama, les limpio, les aseo con mimo y la ternura de un sumiso disfrutando de su
momento.
Si son cascarrabias y la mayoría lo son, ordenan y regañan
mucho más y entonces me siento aún más realizado con el papel que me gusta
representar, vivir.
A veces, me piden disculpas y me dicen que yo tendría que
estar en otro sitio, que soy joven y no tengo porque estar aguantando sus
miserias. Es enternecedor. Otras veces, se dan cuenta de cuanto me gusta que me
dirijan y sometan. Entonces, se sienten a gusto e incluso se ensañan. Ya tienen
una excusa para no retener su pis que libremente su próstata ya no captura.
Entonces, lo liberan sobre mí a diestro y siniestro voluntaria e
involuntariamente. Todo huele a orina de viejo, otro fetichismo más. ¿Se puede
ser más feliz?
Gerontofílico sumiso y fetichista. ¡Es perfecto! ¡Qué sabia
es la naturaleza!
Me encanta cuando me dicen… “Cariño, como yo no puedo
sexualmente, tu búscate cosas por ahí” Y entonces en un nuevo acto de
generosidad intelectual, ¡me pego unas panzadas a follar que no son normales!
Claro está con otros ancianitos, como si fuera una labor social. ¿Se imaginan
que los de 20 años fueran así y les dijeran lo mismo a sus parejas? ¡Libertad
sexual! Abría una revolución, o quizá ya la hubo en mayo del 60. Pero esa
generosidad no se adquiere hasta la tardía edad normalmente.
Pero todo tiene una contra. La pena que me invade cada vez
que se me va uno y todos sus amigos.
Mi mundo de ochenta años es de los más efímeros que existen.
Tengo que aprovechar cada momento porque probablemente mañana Paco, Marcos,
Cesar, Luis, Augusto y Remi, no estén.
Pero no crean, que todo es negativo, ellos a partir de la
jubilación disponen de todo el tiempo libre para dedicarse a mí. A cualquier
hora del día o de la noche. Están pendientes como nadie en el resto de la
sociedad puede estarlo. Totalmente focalizados en mí y mis necesidades, pero al
mismo tiempo me dejan toda la libertad, porque piensan que los tengo que
aguantar y no quieren ser pesados. Todo ventajas.
Ellos se agarran a un clavo ardiendo, y yo tengo abundancia
de clavos. Sé que es injusto, pero yo soy el depredador. Excepto porque los
viejos verdes me pervierten.
Perdonen mis expresiones arcaicas, pero es parte de esta
vida entre abuelos, el enriquecimiento de vocabulario constante.
Ahora con la perspectiva de la edad, ya tengo yo 80 años, me
doy cuenta de la pena que me invade. Ya no puedo ser, ni sumiso, ni fetichista,
ni gerontofílico. Acaba de morir probablemente la que ha sido mi última pareja,
amigo y acompañante por este mundo y encima era la primera vez que era más
joven que yo.
He tenido una vida completa, llena de muchas relaciones
breves y más intensas de lo que viven la mayoría, debido a la escasez de tiempo
que teníamos en cada relación. Velas que se apagaban una y otra vez, y que me
aportaban toda esa sabiduría de una vida entera, reducida a su última esencia.
Las historias que he escuchado, me han hecho vivir en épocas pasadas y me han
enseñado todos los trucos de la vida forjados tras años de estudio y
experiencia vital. Cada uno reducía la vida a tres o cuatro puntos
significativos que para ellos eran importantes. Supe mirar, oír y callar con
paciencia. Se vivir mi vejez como nadie lo hace, soy experto en la vida en sus
finales. Pero me he vuelto a quedar solo, como tantas otras veces. Me siento un
vampiro longevo que extrae los últimos sorbos de una sangre preciosa y añeja.
Me lo tomaba con optimismo y conocía a personas nuevas y
ancianas que estaban deseosas porque les salvaran de su naufragio vital. Solas
todas ellas en el aspecto de pareja. Esas personas hacían un canto del cisne
para mí una y otra vez. No habrán observado tanta belleza en el humano como yo
lo he hecho. Les hacía sentirse plenos y felices cuando todo parecía negro y
deprimente. Entonces florecían psicológicamente para mí por última vez.
Algunos dicen que los gerontofílicos somos como una ONG y
que habría que protegernos. No se engañen, no hacemos nada que no nos pida
nuestra naturaleza.
“¡Os pasareis la vida cuidado viejos! Por sus enfermedades y
achaques, no como a los que nos gustan jóvenes” me decía un amigo.
-¡Pero niño!- tenía solo 60 años y a mis ojos lo era – ¿No
te das cuenta que soy sumiso y eso me realiza aún más?- Giraba la cabeza en
actitud pensativa.
Además, ¿Qué hay de todas las parejas que viven con un
discapacitado y le cuidan durante toda la vida?, ¿Son acaso menos felices? Los
problemas en la vida, son otros. Tener que hacer un esfuerzo físico o un ritual
cada mañana, no supone un problema, es solo algo que hay que hacer. Atender a
otra persona es un acto de amor e intimidad muy bonito que no todo el mundo
tiene la suerte de poder realizar. Entiendo a los misioneros, aún que yo lo
hago por amor, no por amor a Dios. Y luego está la compensación psicológica que
te da. Pues valoras la vida aún con más detalle. Y relativizas a los demás con
sus aparentes problemas insulsos que tienen. Esos, la mayoría, sí que están
muertos.
Tienen ideas absurdas y vacías, como la moda, tener un coche
mejor, ¿conseguir dinero? O un ¡estatus social! ¿No se dan cuenta de que mañana
se van? Qué lo único que importa es pasar tiempo con los seres queridos, con
otras personas y amigos de verdad que te quieren y te lo demuestran a través de
sus actos altruistas y desinteresados. Así se reconoce a los verdaderos
individuos. Los pobres, son aquellos millonarios que viven su vida trabajando
para conseguir objetos.
La gerontofilia es lo mejor que me ha pasado en mi vida. Me
define como persona, me da una verdadera forma de vivir, gracias a la tabla de
muestras que trae sobre lo verdadero e importante, sobre lo efímero y lo banal.
Es verdad que alguno se me ha muerto en mis brazos en acto
de servicio por detenerse su reloj en su último paso. Quizá sea una de las
mejores formas de morir. ¿No creen?
Luego están las explicaciones a la policía con el segundo
caso documentado en mi vida. Porque si te pasa dos veces empiezan a sospechar
de ti. ¡Eso sí que es un problema! Pero tras una autopsia se revela que ha sido
por causas normales y quedas exculpado de cualquier delito.
Me molesta que me acusen de dar cariño, amor y sexo. No soy
un delincuente aunque lo parezca. Pero al mundo se le olvida la presunción de
inocencia fácilmente. Claro que esos no suelen ser personas nunca, más bien un
tipo de "alien" frecuente.
Lo mejor es lo que me va a pasar ahora. Me voy a reunir con
todos esos seres queridos. Nadie tiene una recepción en el cielo como la que yo
voy a tener. A nadie le espera tanta gente como a mí cuando se va. Todos, y
digo todos mis seres queridos se fueron antes que yo. Incluidos mis padres. No
dejo a nadie detrás. Solo quedarán objetos vacíos e inertes, como casas y
abalorios que he heredado y a mí ya no me van a importar.
Mi juicio final… creo que va a ser benévolo conmigo. Quizá
he sido un poco egoísta, por haber acaparado tanto amor. Soy un recolector de
momentos efímeros. Me acuso de ello y pido perdón. Pero es que cada uno tiene
sus vicios.
Yo soy ¡GERONTOFÍLICO!
Que ternura
ResponderEliminarOjalá encontrase uno.
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